Cavilaciones en pandemia y lo que puede hacer un cuento de Navidad
Revisando felicitaciones navideñas que he enviado a lo largo de los años a mis amigos me topo con la transcripción de un cuento de Navidad extraído de un libro de relatos de Paul Auster que fue mi saludo en diciembre de 2018. Pienso y concluyo que ya vivíamos una situación muy dura los venezolanos y pasados tres años, el escenario para nosotros ha empeorado con la adición de un nuevo elemento que ha sumado a nuestras penurias y a las del mundo entero: la terrible pandemia de COVID-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2.
Esto ha cambiado nuestras existencias, nuestras formas de ver el mundo, el pasado, el presente, el futuro, lo que tenemos, lo que hemos perdido. Se nos ha hecho irremisiblemente próxima la idea de la muerte. La fragilidad del ser humano se impuso sobre cualquier sentimiento de omnipotencia que alguna vez osamos tener. Esto puede habernos hecho más compasivos, más empáticos, más espirituales. Con el confinamiento surgieron sentimientos y pensamientos lúgubres, se dice que sacó lo peor, pero también lo mejor de nosotros. El humor nos salvó en muchas ocasiones: “Me arreglo para las sesiones de Zoom y también para salir a botar la basura fuera de la casa, a fin de cuentas, es mi única salida”.
En mi caso particular y por mi profesión tuve que leer mucho, estudiar mucho, dudar mucho, descartar mucho, consultar mucho, para sentir que podía controlar la situación al menos con la gran herramienta del conocimiento, de la ciencia, del estudio y también del sentido común. Tuve que dar respuesta a temores de familiares, amigos y vecinos ante inimaginables teorías conspirativas hasta que me declaré incapaz de hacerlo pues sencillamente no soy hábil para razonar por el absurdo. No puedo explicar que no hay ningún chip o antena camuflajeados en las vacunas, que no se cambiará nuestro código genético, entre otros relatos salvajes de laboratorios y científicos en un plan para conquistar al mundo, que, por supuesto dista mucho de los que ideaban aquellos encantadores ratones modificados genéticamente que vivían en los laboratorios Acme, favoritos de quienes crecieron en los años noventa: Pinky y Cerebro.
Reconozco que me resultó fascinante revisar todas las técnicas de producción de vacunas, de las vacunas que tradicionalmente han salvado a la humanidad y aún más fue empaparme de la tecnología de las vacunas de ARN mensajero.
Como lo dice mi querido pariente Félix Tapia en un muy instructivo artículo en Prodavinci:
“…las buenas noticias a finales de 2020 (de las muy pocas buenas noticias digo yo), fueron las certificaciones y primeras aplicaciones de dos vacunas ARNm, la de Pfizer/BioNTech y la de Moderna. La carrera de ciencia abierta de las vacunas ARNm comenzó el 10 de enero de 2020 cuando se publicó en Twitter la secuencia genética del SARS-CoV-2. Cinco días después, el 15 de enero, Moderna y los Institutos Nacionales de Salud (NIH) realizaron el diseño experimental de su vacuna ARNm para iniciar las fases 1 y 2 dos meses después, el 16 de marzo de 2020. Pfizer y BioNTech se unen más tarde con una perspectiva similar, el 2 de mayo de 2020 …
…El trabajo para convertir un ARN mensajero (ARNm) en una vacuna que al inyectarla pondría a las células del huésped a producir proteínas dirigidas a eliminar un microorganismo específico ha sido el sueño de casi tres décadas de saga para convertir células en fábricas de proteínas a la medida.”
Esto es algo tan emocionante como la conquista del espacio. Y aquí cito a Fauci, tal como lo cita a su vez, mi primo Félix Tapia:
“La gente se entera y cree que alguien simplemente lo pensó esa noche. La cantidad de trabajo es realmente una hermosa historia de investigación básica fundamental. Fue arriesgado, en el sentido de que [la tecnología] era nueva. Sabíamos que habría obstáculos. El resultado fue contundente”.
Anthony S. Fauci, sobre las vacunas ARNm
En medio de todo esto pensé en el prodigio que representa la ciencia para el avance de la humanidad. También cavilé sobre la importancia del amor a la familia, los amigos, los animales, el ambiente. Igualmente, sobre ese salvoconducto que es la tranquilidad de conciencia y la paz y sosiego que proporciona.
Asimismo, me vi defendiendo a “Dios y al diablo” como reza el popular dicho. Por ejemplo, en algo tipo “rueda de amigos”, desmentí a Donald Trump cuando este sugirió en “rueda de prensa” desde la Casa Blanca que el coronavirus podría tratarse con inyecciones intramusculares de desinfectantes, o que se irradiara a los pacientes con luz ultravioleta. Pero, así como critiqué esta locura, igualmente recalqué que gracias a la Operación Warp Speed (OWS), asociación público-privada iniciada en la administración del mismísimo Trump, anunciada en mayo de 2020 para financiar proyectos de desarrollo de vacunas, medicamentos y herramientas de diagnóstico del virus de modo que estuviesen listas en 2021, y a ‘máxima velocidad’ tal como lo indica su nombre tomado de la famosa serie ‘Viaje a las Estrellas’ (Star Trek), fue posible contar con muchas de las vacunas disponibles hoy en día que han dado un respiro, aunque con mascarillas, a esta atormentada humanidad.
En total, la administración Trump a partir de mayo de 2020 destinó alrededor de 10.700 millones de dólares a diversas farmacéuticas, a lo que se sumó el gasto para compras de cientos de millones de dosis. Moderna, Pfizer/BioNTech, AstraZeneca, Johnson & Johnson (Janssen), GSK, Sanofi, entre los laboratorios beneficiados. El 2 de diciembre de 2020, el Reino Unido fue el primer país del mundo en aprobar la vacuna contra el coronavirus de Pfizer/BioNTech, allanando el camino para la vacunación masiva. Fue emocionante ver grandes catedrales inglesas convertidas en centros de vacunación en enero de 2021.

Fuente: https://www.cambio16.com/de-catedral-de-salisbury-a-centro-de-vacunacion-un-ensueno-musical/
Igualmente me tocó defender la vacuna rusa Sputnik V y al prestigioso instituto Gamaleya a pesar de las cosas del Sr. Putin.
Pasando a un plano más íntimo y personal confieso que mi rutina de trabajo remoto ha incluido desde el primer día, bañarme, vestirme y arreglarme casi como si saliese a trabajar, pues ello me hace sentir bien y me hace más productiva. La mente, sin embargo, experimenta muchos itinerarios. Entre las cosas curiosas que se me ocurrían estaba el recordar como una experiencia totalmente lejana, cualquier salida a algo distinto de comprar comida, medicamentos o surtir gasolina. No podía imaginarme comprando ropa, carteras o zapatos como en los tiempos prepandemia. Además, ya nada de eso parece ser importante.
Un día le propuse a Carolina mi hermana, que hiciéramos un trueque de “chivas”. Es decir, que preparásemos para intercambiar, un paquete de ropa que estuviésemos hartos de usar, o que ya no nos poníamos por cualquier otra razón. Siempre puede haber sorpresas. El éxito fue rotundo. Hicimos nuestro canje y durante varios días me sentí feliz e ilusionada con los “estrenos”.
Hace poco fue el cumpleaños de mi hermana. Entonces se me ocurrió, que, ya que no estoy en disposición alguna para salir de compras, podía regalarle algo mío, que fuese muy preciado para mí y que a ella le encantara. Me dirigí a una gaveta que tengo con pañuelos y bufandas, algunos muy finos. Entonces, inundada por una ola de entusiasmo, pasé un rato delicioso escogiendo dos pañuelos de seda que sabía que le iban a gustar a Carolina. Hasta había conservado las cajas de los fabricantes de las mismas. Las doblé cuidadosamente en el papel de seda original, cerré las cajas, busqué una cinta, hice un lazo y corté una flor de mi terraza la cual sujeté con el lazo. Mi regalo estaba listo. La entrega y recepción del mismo con todas las explicaciones acerca de los orígenes de los pañuelos fue muy emocionante.

Paso ahora al cuento de Navidad del libro de Paul Auster que mencioné al principio y que seguramente contribuyó a mi inspiración:
Una Navidad en familia: (Sucedió a principios de la década de 1929, en Seattle)
La economía familiar había recibido un duro golpe. El negocio de mi padre había quebrado, casi no había trabajo y el país estaba al borde de la quiebra. Aquel año teníamos un árbol de Navidad, pero no teníamos regalos. Sencillamente, no podíamos permitírnoslo. En Nochebuena todos nos fuimos a la cama con los ánimos bastante bajos.
Pero lo increíble fue que, al despertarnos la mañana de Navidad, nos encontramos con un montón de regalos bajo el árbol. Intentamos mantener la calma durante el desayuno, pero acabamos con él en tiempo récord.
Entonces comenzó la diversión. La primera fue mi madre. Todos la rodeamos llenos de curiosidad y, cuando abrió su paquete, vimos que le habían regalado un viejo chal que “había perdido” hacía ya muchos meses. A mi padre le tocó un hacha con el mango roto. A mi hermana, sus viejas zapatillas de andar por casa. Uno de los chicos recibió unos pantalones remendados y arrugados. A mí me tocó un sombrero, el que yo creía haberme dejado en un restaurante, allá por el mes de noviembre. Cada una de aquellas cosas desechadas representó una total sorpresa. Al poco rato nos entró tal ataque de risa que apenas podíamos desatar el lazo del siguiente paquete. Pero ¿de dónde procedía tanta generosidad? Todo había sido obra de mi hermano Morris. Durante muchos meses había estado escondiendo en secreto cosas viejas que él sabía que no echaríamos de menos. Entonces, en Nochebuena, después de que todos nos hubiésemos ido a la cama, había envuelto los regalos y, silenciosamente, los había colocado bajo el árbol.
Recuerdo aquella Navidad como una de las más bonitas de mi vida.
DON GRAVES
Anchorage, Alaska
Paul Auster. «Creía que mi padre era Dios». 2002
https://www.planetadelibros.com/libro-creia-que-mi-padre-era-dios/68581
Los invito a pasearse por la linda experiencia de “ir de compras” al closet, a la biblioteca, a la vitrina de copas y vajilla, a la pared, al álbum de fotos antiguas, cualquier lugar donde apilen, cuelguen o guarden cosas que, aunque sean muy sencillas, su valor afectivo los convierte en tesoros y en regalos que ningún dinero puede comprar.
Feliz Navidad sin olvidar a todos los venezolanos que sufren en la salud y en la enfermedad, en nuestras cárceles y en nuestra vida diaria de frágil libertad, a los millones de familias escindidas con hijos expatriados y nietos que crecerán lejos de la tierra de sus antepasados, que hablarán otras lenguas y nos harán sonreír con suaves y nuevos acentos. Que el Niño Jesús nos traiga salud, esperanza y fortaleza.
María Soledad Tapia
Hola Marisol, es Lirio Blonval, excelente artículo, la satisfacción de dar un regalo cómo lo describes más que bonito .. es sublime. Un gran abrazo desde Barinas.
Maravilloso relato queridisima amiga! No solo por lo creativo del texto sino por la vulnerabilidad sin tapujo q expresas en esta época en que los egos siguen inflados a pesar de los golpes pandémicos. Somos esencialmente frágiles y reconocernos así nos hace valorar aun más lo realmente importante: el mundo de los afectos, de la solidaridad y, sobre todo del amor sin fronteras en estos tiempos de diáspora. Te quiero! Gracias por estar y enriquecer mi vida
Querida Marisol me encanto tu relato sobre lo que fue la súbita llegada de la pandemia como bien lo dices definitivamente nos cambió la vida a muchos, unos para mal volviéndolos más neuróticos encerrados en su burbuja y sin querer ver ni tocar nada exterior y otros que creo que somos la mayoría nos devolvió la humildad, el agradecimiento, el ser conformes y felices con lo q tenemos y también nos dio la espiritualidad que ya muchos habíamos perdido. Gracias por tan bellas remembranzas y por ese cuento de Navidad que lo dice todo. Feliz Navidad querida Marisol para ti y tu familia y un venturoso 2022.
De verdad querida prima, tu relato me tocó lo más hondo y sensible. Esta realidad difícil y compleja deja un sin número de lecciones de vida para valorar lo que realmente merece la pena desde cualquier punto de vista. Hay que ser demasiado fatuo para permanecer en el punto de vista de otros tiempos…Bendiciones y cariños.Un beso grande!!
Excelente escrito ! compartir los recuerdos de un regalo en familia es muy apreciado.Ya lo tienes en casa y no necesitas más tiempo, solo arreglarlo para hacer su entrega . Gracias por compartir este relato de sentimientos profundos.
Que sensibilidad Marisol, revolviste la mia y hasta unas lagrimas he recogido de tan bello escrito. Felicitaciones. Feliz Navidad
Graaaaacias y feliz navidad!
Eres de las personas más inspiradoras que conozco por tu actitud para enfrentar las dificultades (por llamarse alguna manera), sonríes , ríes a carcajadas y la calidad humana siempre por delante , a mi contagias esa alegría cuando coincidimos en algún ratito de nuestra rutina diaria.
Este relato me llena de emoción , de ánimo y como siempre digo los buenos somos más
Abrazos